Biografía

Cómo nos gusta ir viendo como va creciendo nuestra colección “New Adventures In Pop”. Porque esto significa un nuevo descubrimiento, una nueva propuesta llena de sorpresas, frescura e ilusión. Y en esta ocasión os traemos un disco que rezuma de esto por todas partes. Los americanos TENNIS CLUB publican un disco de nueve canciones titulado “Pink” que apenas supera los veinte minutos de duración, que guarda gemas de garage-surf-pop que suenan a una mezcla de THE MOLDY PEACHES, THE BEACH BOYS, ALL GIRL SUMMER FUN BAND, SONNY & THE SUNSETS, THE VENTURES y las primeras grabaciones de Chris Montez en el sello Monogram Records. Porque TENNIS CLUB, cuando hablan de su música, hablan de surf, de música de los 60 y de garage lo-fi contemporáneo.

 

           

 


 

Aunque a nosotros nos recuerdan a aquellos proyectos tan pequeños, pero tan grandes que nacían en una habitación o en un pequeño garaje, sin más pretensiones que divertirse y hacer canciones pop. Canciones tan cortas y efímeras en su belleza que nos recuerdan, de alguna manera, a las canciones de Tony Molina. Así ha sido grabado este nuevo disco de TENNIS CLUB después de un primer EP en 2017 editado digitalmente por Spirit Goth Records (New York) y en casette por Wallflower Records (Houston). Pero cuando hablamos de TENNIS CLUB hablamos de las canciones que Wilson Hernandez hace en su casa de Joplin, Missouri (USA). Suyas son las composiciones que interpretan Sean O’Dell a la batería (y también al frente de las grabaciones y la producción) y Tehya al bajo, después de una renovación completa de la banda tras una intensa gira en 2017 y una pelea tras un concierto en el SXSW de Austin en 2018.

Pero es que un álbum como “Pink” sólo puede salir de la manera más espontánea posible. Sale y ya está. Las piezas son todas tan locas y especiales que no puedes creerte que formen parte de algún tipo de concepto musical. El minuto justo de “Mexico City (Rich Girls)” y su carácter garagero (¡en castellano!) contrasta salvajemente con el espíritu velvetiano de “Stay” y sus tres minutos de duración (la única que los supera). ¿Quién puede evitar repetir veinte veces seguidas “Vodka” y enamorarse cada una de ellas? Minuto y medio. O dejarse llevar por la frescura salvaje de “Pink Sweater! Pink Shoes!” o por la dulzura arrolladora de “Baby”. Cuando acabas piensas: “necesito más”. Y pones el disco otra vez. Indie pop, surf, garage… ¡Qué más da! Todo pasa tan rápido que no da tiempo a pensar. Sólo a dejarse llevar. Y de repente todo encaja. Parece cosa de magia. Adictivo como pocos. Porque desprende esa juventud que engancha, esa indolencia que te hace revivir. Esas ganas de hacer que el tiempo vuelva atrás para poder vivir el momento para el que fueron compuestas estas canciones.

En un momento en que las cosas pasan tan rápido y parece que no hay tiempo para escuchar discos enteros, llegan TENNIS CLUB con “Pink” y su colección de pequeñas canciones. Igual era esto lo que necesitábamos. Muchas cosas que pasen en poco espacio de tiempo. Igual era esto lo que llamaban “el signo de los tiempos”.

 

 

 

 

 

 

 

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